jueves, 25 de abril de 2019


Libros, libros, libros.


Qué curiosa paradoja la de esta sociedad en la que vivimos. Obstinada en abandonar las costumbres de nuestros mayores y empeñada en construir ritos  que se repiten año tras año, como si fueran nuevos. Ahí está la Navidad, el día de los enamorados, el de la Mujer o la Semana Santa. Y también el día del Libro. No discuto su existencia ni la necesidad de que exista, pero me hace gracia ver a mequetrefes de tres al cuarto, asomarse a las estanterías de los centros comerciales o grandes librerías con aire de intelectual resabio.
Escuchaba el otro día a un librero de Barcelona decir que el día de San Jordi realizaba la cuarta parte de las ventas de todo el año. Ahí es nada. Como para no cuidarlo. Y escuchando esto, a uno le da por pensar dónde están esos ávidos lectores que cada 23 de abril se lanzan como auténticos posesos en busca de un libro por el reclamo de un descuento del diez o del quince por ciento. Hay quien dice que la cultura en España es cara, y que los libreros debieran ajustar más los precios, lo mismo que se predica del cine o del teatro.  Hoy en día un libro debe de andar por los 20 euros. Y solamente uno de cada tres españoles lee más de cuatro libros al año, lo que no parece que suponga un importante desembolso económico.  Existen además otras alternativas que posibilitan leer más libros sin que ello sea  una ruina. No, tranquilos, no voy a desvelar ninguna página de descargas piratas, so pena de que la Sociedad General de Autores la pague conmigo. Sencillamente quiero compartir un novedoso sistema para poder acceder a un mayor número de libros sin tener que desembolsar grandes sumas de dinero. La cosa es simple. A ver, presten atención. Un lector acude a una librería y compra un libro. Se lo lee y una vez finalizada su lectura se lo presta a otra persona, generalmente de su entorno más cercano, para que esta pueda leerlo sin tener que acudir a la librería para comprarlo. A cambio, la segunda persona pueda a su vez prestar otro libro que haya comprado. Es lo que se conoce como préstamo mutuo. De esta manera logramos que el impacto económico de la lectura descienda a la mitad ( a la tercera parte si incluímos una tercera persona, y así sucesivamente). La idea es ingeniosa y tremendamente eficaz, puesto que son muy pocas las ocasiones -reconozcámoslo- en que reelemos un libro. Y lo único que conseguimos coleccionando libros es que adquieran polvo y ocupen un espacio en la cada vez más apretujada librería.
En mi ciudad, como en la gran mayoría, disponemos de  bilbiotecas con un catálogo bastante surtido de libros, y por un tiempo razonable -quince días prorrogables- podemos llevar a casa  títulos muy interesantes. Suelen ser libros elegidos, muy cuidados, de gran calidad y caligrafía generosa, algo muy importante para los que como yo vamos cumpliendo años y perdiendo vista. Esta alternativa, además de ser gratuita, permite acceder a autores alternativos a los que podemos comprar en las librerías generales. De hecho suelen disponer las bibliotecas de lugares en los que proponen lecturas, temas, títulos, colecciones, etcétera.
Para quienes no les gusten estas alternativas, siempre podrán acceder a libros de formato de bolsillo, bastante más asequibles, aunque de peor encuadernación y normalmente letra más pequeña. Estos libros pueden rondar los 10 euros.
También están las páginas de descarga gratuita de ebooks, en donde se ofrecen libros que por carecer ya de derechos de autor están disponibles para la descarga sin ningún tipo de contraprestación económica. Una buena ocasión para conocer los libros clásicos.
Últimamente hay además una tendencia a vaciar las casas de libros, y han surgido tiendas de segunda mano, que por la irrisoria cifra de tres euros uno puede comprar auténticas joyas de la literatura universal.
Con un poco de suerte, además, y sabiendo a dónde acudir, se puede encontrar libros abandonados por sus dueños para que viajen por el mundo. Las posibilidades, como digo, son infinitas.

miércoles, 21 de marzo de 2018

España 12 Malta 1



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Uno de mis pequeños placeres diarios es desayunar sin prisas. Con el cuerpo al ralentí, escucho las noticias tranquilamente, con parsimonia, como intentando comprender cada palabra que me cuenta la locutora. Y si veo que es  complicada, opto por dejarlo en modo espera, para  cuando esté más despejado. Además de una buena manera de dar los buenos días, resulta una manera agradable de tomar consciencia de la realidad. Es como un túnel de tránsito entre el sueño y la vida real; ese momento del día en el que uno está abierto a cualquier cosa. Después de haber abandonado mi personal mundo onírico, en el que tiene cabida las situaciones más insospechadas, las ondas hertzianas me sitúan en el “aquí y ahora” de un plumazo. Así discierno claramente un mundo y el otro.
Hay ocasiones, no obstante, en las que dudo si estoy despierto o dormido. Noticias increíbles, absurdas, ridículas, situaciones incomprensibles me hacen dudar en qué lado del puente estoy. Es lo que me ha pasado esta mañana cuando he escuchado que el entrenador y varios de los jugadores malteses que disputaron el legendario  Malta España de 1983 denuncian haber sido drogados.
No voy a entrar en el fondo de la polémica, pero eso de que un tipo pequeño y vestido de blanco entre en el vestuario rival ofreciendo limones a diestro y siniestro es perfectamente verosímil. Y que de igual modo los jugadores españoles babearan espuma debido al cocktel de esteroides que habían ingerido lo habíamos sospechado desde el mismo día del partido. 
La escena me recordó cuando el entrenador del Alavés Naya -tipo raro, particular y supersticioso a partes iguales- le quitó al médico del equipo el termo para que no tomara el caldo que había preparado para los jugadores. Eso es para los chavales, le dijo un poco airado.  Al salir al campo lo hicieron como drogados y perdieron el partido que les hubiera dado el acceso a primera división. No se dijo que echaran espuma por la boca pero para mi, y esto es cosecha propia, que aquel mejunje tenía un cierto sabor a esteroides. Aun andan buscando al hombre bajito que vestido de blanco repartía limones.
Un poco de por favor... no nos quiteis una de las escenas que conforman nuestra infancia. Aquel 12 a 1 que dejó un país vacío, frente al televisor aupando y empujando como uno solo. Nacionalistas y no -eran otros tiempos- apoyando a la misma selección.... Minuto a minuto, gol a gol, hasta que el chiquitín de la Selección, Juan Señor, (el hombre bajito vestido de blanco) logró el gol número 12. España estalló de júbilo contenido.  Una noche emocionante que aun me hace vibran

domingo, 8 de mayo de 2016

OTRA VEZ A VOTAR

OTRA VEZ A VOTAR

El veintiseis de junio tenemos una nueva cita eletoral. De nuevo los españoles estamos convocados para resolver lo que nuestros dirigentes no han sabido o no han podido hacer. Dicen que les habíamos dejado un resultado electoral que hacía que el país resultara ingobernable, así que la solución pasa porque seamos nosotros quienes resolvamos el entuerto, reconciliándonos con las urnas, así que ¡a votar!

 Pero esta vez, bien, sin cachondeos, que luego no hay bicho viviente que gobierne este país. Y nos dicen cómo hay que hacerlo. Nada de mayorías absolutas que distorsionan la esencia de una democracia consolidada. Y  la nuestra lo es. Nada de pactos a la italiana, ni de excesiva fragmentación parlamentearia, que eso a lo único que conduce es a estar todo el día pactando y debatiendo, y ya saben ustedes que eso es mucho fatigoso. Por supuesto que no desean pactos contra natura.¿ Qué es eso de que la izquierda y la derecha se unan aunque sea para hacer gobernable este país?. No. eso tampoco. Ni  que la izquierda antisistema y heredera del bolivarianismo se pasee por el parlamento como si allí pudiera entrar a formar gobierno el más tonto del lugar. Venta, que esto es serio.
Tampoco están de acuerdo con  que las fuerzas nacionalistas puedan sacar tajada econoómica o soberanista como consecuencia del beneficio que para ellos supone la concentración de voto en una autonomía. No les gusta.... vaya esto sí que es democracia a medida.

O sea, que al final, los responsables de la situación somos nosotros, los españoles. No tengo ni idea de qué formación política ha puesto más empeño en que estemos donde estamos, pero lo que sí tengo claro es que a muy pocos españoles les van a hacer cambiar radicalmente su voto. Solamente los que dejen de acudir a las urnas, por apatía o hartazgo, cambiarán radicalmente de voto, así que desde los Ayuntamientos y Consejerías de Juventud, ya se buscan eventos de última hora, que la fecha además es muy propicia, para organizar conciertos y botellones que aleje al votante inmaduro y virgen, a los jóvenes, vaya, de las urnas electorales.



miércoles, 19 de noviembre de 2014

Un nuevo amante


Me resulta curioso que la irrupción en la vida política del fenómeno "Podemos" haya supuesto para una parte importante de la ciudadanía un proyecto ilusionante y haya devuelto a muchos la confianza de un cambio en el sistema político. Para los que no somos tan jóvenes como ellos, como algunos de sus dirigentes, quiero decir, nos retrotrae a la España de  principios de los ochenta. Eran momentos convulsos,  de incuestionable dificultad, con una democracia recién estrenada que se desayunaba un día sí y otro también con los zarpazos del terrorismo más salvaje y en la que aún perduraban formas de autoritarismo institucional y también policial. Años difíciles en los que los ciudadanos hubieron de ganarse la libertad en la calle a base de manifestaciones, barricadas y carreras; tiempos en los que el miedo y la incertidumbre acompañaba al ciudadano en su vida diaria. También en el ámbito laboral, con una crisis económica que añadió más inestabilidad si cabe al proceso de reformas que se estaba llevando a cabo.
Entonces, como ahora, existían grupos privilegiados, castas políticas como les dicen ahora,  que en un momento dado apostaron por el bien común, por el interés general y fueron capaces de aparcar parte de su ideario para conseguir el escenario de libertad política tan ansiado. Tal es así que  aquella España, la de la transición  se convirtió en el referente ejemplar en el que muchas democracias emergentes se miraban para copiar el modelo.
Han pasado casi cuarenta años y tengo la sensación de que la democracia se ha vuelto un pelín rancia. Tenemos un sistema  injusto, que premia las mayorías políticas de los dos grandes partidos y que es el responsable de una grave crisis institucional motivada por las injerencias del poder político en todos los ámbitos de la vida; con multitud de causas abiertas  por los escándalos de corrupción, algunas de las cuales han llegado hasta los cimientos de la Casa Real y sobre todo con una crisis económica que ha minado la economía de la gran mayoría de los ciudadanos y ha cercenando las esperanzas de toda una generación que se ve obligada a emigrar fuera de España para poder sobrevivir. Si a eso añadimos los elevados sueldos y prebendas de que gozan los altos cargos y dirigentes políticos, el trato de favor que reciben, la manera en que directa o indirectamente, a través de amigos o familiares se benefician del cargo que ostentan y en definitiva la extendida sensación de que el sistema está podrido era cuestión de tiempo que surgiera un movimiento populista que diera un sentido a tanto descontento.
No sé si la irrupción de "Podemos" en el escenario político va a suponer la ruptura del bipartidismo y el consiguiente reparto de poder que han venido realizando Pepé y Pesoe en los últimos años, pero lo que es evidente es que ambas fuerzas políticas se muestran incómodas con un nuevo amante en  escena. Si a ello añadimos los coqueteos  independentistas que van calando cada vez con más fuerza en Cataluña y que en los próximos años se expanderán a otras comunidades autónomas con fuerte sentimiento disgregador. es lógico pensar que ha llegado el momento de empezar a tocar los ejes vertebradores del sistema y aplicar la misma táctica que tan buen resultado dio hace cuarenta años: cambiar para que nada cambie.  Lo que no tengo tan claro es que existan, como entonces, dirigentes políticos de miras tan altas como para hipotecar su carrera política en aras del interés general.

martes, 28 de octubre de 2014

PINCELAR EL AMANECER

Pincelar el amanecer es levantarse todas las mañanas con las ganas renovadas de empezar un nuevo día, de saludar al pariente, o a la parienta, y al que se esconde detrás de esa sonrisa picarona cuando pasa por delante del espejo. Es exprimir un zumo de naranja mientras se deleita con el olor inefable de un café recién hecho, con la textura de esa tostada untada con mantequilla y mermelada de albaricoque, a la que le hinca el diente con todas las ganas. Las mismas que tiene de hacérselo a ese martes que anuncia sol radiante y temperaturas elevadas. Es sonreir al azulejo roto que todas las mañanas le recuerda que tiene que cambiarlo; o colgar un calendario. Es preparar la comida de madrugada, mientras piensa en las obligaciones del día, y mira de reojo la colada que espera ser colgada. Es correr la cortina y mirar por la ventana, aunque sea solo un minuto, esas nubes de tonos malvas, anaranjados, rojos y blancos, que estampan todo su colorido contra la intensidad de un cielo sorprendentemente azul. Es sonreir mientras mira los minutos que faltan para que sean las siete, la hora de mandar un par de "guasaps" para insuflar a sus amigos, un soplo de aire fresco, que les haga, como a él sentir, que levantarse temprano, merece la pena. Es encender un cigarro, camino del trabajo, y entrar en la oficina con la sonrisa estirada, como recién planchada. Es trabajar con ahínco, con la sensación de ser una persona afortunada por el trabajo que tiene, por tener trabajo. Es tomarse una infusión de menta a media mañana, mientras ojea lo esencial del periódico. las esquelas, los pasatiempos y el horóscopo. Es charlar con los amigos, es buscar un hueco para felicitar un cumpleaños, anunciar una visita a media tarde, comprar en rebajas, darse un homenaje, tomar un zurito con alguien que te hace feliz y escuchar con la mirada en el infinito, los acuciantes problemas de quien siempre se queja por todo. Palmadita en el hombro, y hasta otra. Es regresar a casa con las energías mermadas, pero con muchas ganas de sentir el hogar. . Es alegrarse de encontrarse solo, y aprovechar ese momento, el momentazo, para estirar las piernas en el "chaiselong" y agradecer que la gata persa se le acurruque en su regazo. Es alegrarse cuando llega el rebaño, y también la pastora, o el pastor, según los casos. Es comentar la jugada, hora de escuchar las quejas, de calmar los ánimos, de repartir cariño, de transmitir sosiego, de contar momentos divertidos y de quedarse sopa después de cenar, con el E-book en la mano o la tele puesta. Es escuchar una voz amiga que te dice que es hora de ir a la cama, y es sentir que uno daría una peseta por estar con el pijama puesto y dentro de la cama. Felices sueños.

miércoles, 22 de octubre de 2014

EL INVENTO DEL ESCRIBA

El día que aquel escriba se puso a inventar no se quedó corto. Inventó lo más: el papiro. El primer portátil de la humanidad. La primera pizarra. Por vez primera el pensamiento se pudo transportar,  y por ende, el conocimiento y las ideas; luego vino lo demás: la imprenta, la prensa y la tinta.  De padres tan singulares naciste al fin tú, papel de periódico,  que naces ya viejo. De nuevas lleno, pero viejo, arrugado, sucio, desteñido, con voz grave, como la del viejo marino que fuma en pipa en el muelle.  Manipulador, tendencioso, grosero y exagerado. En tus páginas enfurecidas sólo guardas dos verdades: el precio y la fecha.  Pero  pocos inventos han tenido tanta utilidad como tú: envoltorio de bocadillos con que saciar el hambre de media mañana,  alfombra improvisada con que proteger la cocina de inesperadas fugas,  tela para sombrereros locos, materia prima de barquitos de papel, fuselaje de avión supersónico, secante de zapatos húmedos, camiseta interior de ciclistas, relleno para las frágiles copas durante la mudanza, madurador de kiwis, espantador de perros por su estridente sonido, incinerador de hogueras,  práctico salvavidas delante de los Miura y para colmo, simulador de truenos en los seriales radiofónicos.  No imagino una vida sin ti. Tú, que en un tiempo me diste de comer, recibiste de mí lo peor, y con tu rasposo tacto dejaste inmaculado mi trasero  tras aquella imprevista necesidad. Negras quedaron mis nalgas, es verdad; negro entero yo, pero  he de reconocer que también aliviado y satisfecho.  Y aún  me quedó lo mejor de ti. Los pasatiempos. Blancas juegan y dan mate en dos. Eso… y el jeroglífico egipcio.

miércoles, 8 de octubre de 2014


OTOÑO EN PAPEL DE ESTRAZA

La llegada de un nuevo otoño me recuerda que vivo en una ciudad fría y húmeda, por más que algunos años el verano se empeñe en estirar los días de sol  un poco más. Casi todos los años, consciente o sin darme cuenta, me planto  en los albores del otoño sin haberme mentalizado de la que nos viene encima. Menos mal que hay una serie de indicios que inexorablemente me llevan a concluír que es hora de sacar las botas y el anorak. 
Mi hermano me incita a ese paseo por los bosques en busca de setas, mi hija insiste en que le apunte al gimnasio, los compañeros del trabajo en que hay que hacer una cena, y mi gran danés "Filipo" que a pesar del mal tiempo, tengo que ir a pasear con él  todas las noches al menos una hora y media. En eso coincide con mi endocrino, para quien la leve curva que me apunta por encima de la cintura es "una bomba de relojería que cualquier día puede estallar" (sic). Y es que yo creo que andan confabulados.
Los olores del otoño son, para mi, bien distintos. La locomotora en donde  un peruano con nombre de telenovela, Ricardo Matías,  vende  castañas, y para quien nunca hace demasiado frío.
-Vaya día, Ricardo, le digo mientras espero el cucurucho de castañas calientes. 
-Ricardo Matías, me corrige molesto  como si un nombre sólo no le fuera suficiente.
-Vaya tiempecito le hago notar para alegrarle el día. 
-Lo normal, lo que toca. Estamos acabando octubre. No esperarás que vayamos en chanclas.
-Ya, pero es que sopla un aire....
- En eso tienes razón.   Es el aire. Porque frío, lo que es frío, no hace. Ya me gustaría a mi.... , contesta sin ocultar que la buena marcha del negocio depende en buena medida que los vitorianos nos quedemos chupetizados.
Le pago y marcho como alma que lleva el diablo, escapando de la lluvia, mientras disfruto del olor que desprende el papel de estraza en el que llevo envuelta la docena de castañas humeantes.  Disfruto del olor y de la cara que pondrán en casa en cuanto las extienda sobre la mesa de la cocina.
Pero el otoño es algo más. Es melancolía, soledad, tristes atardeceres húmedos y lluviosos, una partida de parchís, la televisión, la factura del gas, y sobre todo, refugiarme en mi despacho con un buen libro que me haga pensar. 
En mi librería, tengo libros para cada estado de ánimo. Unos ligeros y divertidos, de esos de piscina o playa. clásicos universales, novelas históricas de esas que odian los historiadores y alguno de filosofía y pensamiento político, que son los que guardo para estos momentos.
Me gusta el otoño..... y me gusta pensar.